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sábado, 8 de marzo de 2014
La pelea entre el Carmelo y el Ajíseco
Épica pelea entre dos guerreros, un simboliza la valentía, el otro la vanidad.
By Simon chara (Own work) [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html) or CC-BY-SA-3.0-2.5-2.0-1.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons
Foto de Abraham Valdelomar
Abraham Valdelomar, también conocido como "El Dandy"
By Reproducción fotográfica (BNP) [Public domain], via Wikimedia Commons
Resumen de la obra "El Caballero Carmelo"
Los
hechos relatados transcurren en Pisco, en torno a la familia del narrador, quien recuerda en primera persona
un episodio imborrable que vivió en su niñez, a fines del siglo XIX. Un día,
después de un largo viaje, Roberto, el hermano mayor de la familia, llegó
cabalgando cargado de regalos para sus padres y hermanos. A cada uno entregó un
regalo; pero el que más impacto causó fue el que entregó a su padre: un gallo
de pelea de impresionante color y porte. Le pusieron por nombre el «Caballero
Carmelo» y pronto se convirtió en un gran peleador, ganador en múltiples duelos
gallísticos. Ya viejo, el gallo fue retirado del oficio y todos esperaban que
culminaría sus días de muerte natural. Pero cierto día el padre, herido en su
amor propio cuando alguien se atrevió a decirle que su «Carmelo» no era un
gallo de raza, para demostrar lo contrario pactó una pelea con otro gallo de
fama, el «Ajiseco», que aunque no se igualaba en experiencia con el «Carmelo»,
tenía sin embargo la ventaja de ser más joven. Hubo sentimiento de pena en toda
la familia, pues sabían que el «Carmelo» ya no estaba para esas lides. Pero no
hubo marcha atrás, la pelea estaba pactada y se efectuaría en el día de la
Patria, el 28 de
julio, en el vecino pueblo de San Andrés. Llegado el
día, los niños varones de la familia acudieron a observar el espectáculo,
acompañando al padre. Encontraron al pueblo engalanado, con sus habitantes
vestidos con sus mejores trajes. Las peleas de gallos se realizaban en una
pequeña cancha adecuada para la ocasión. Luego de una interesante pelea
gallística les tocó el turno al «Ajiseco» y al «Carmelo». Las apuestas vinieron
y como era de esperar, hasta en las tribunas llevaba la ventaja el «Ajiseco».
El «Carmelo» intentaba poner su filuda cuchilla en el pecho del contrincante y
no picaba jamás al adversario. En cambio, el «Ajiseco» pretendía imponerse a
base de fuerza y aletazos. Repentinamente, vino una confrontación en el aire,
los dos contrincantes saltaron. El «Carmelo» salió en desventaja: un hilillo de
sangre corrió por su pierna. Las apuestas aumentaron a favor del «Ajiseco».
Pero el «Carmelo» no se dio por vencido; herido en carne propia pareció
acordarse de sus viejos tiempos y arremetió con furia. La lucha fue cruel e
indecisa y llegó un momento en que pareció que sucumbía el «Carmelo». Los
partidarios del «Ajiseco» creyeron ganada la pelea, pero el juez, quien estaba
atento, se dio cuenta que aún estaba vivo y entonces gritó. «¡Todavía no ha
enterrado el pico señores!». Y, efectivamente, el «Carmelo» sacó el coraje que
sólo los gallos de alcurnia poseen: cual soldado herido, arremetió con toda su
fuerza y de una sola estocada hirió mortalmente al «Ajiseco», quien terminó por
«enterrar el pico». El «Carmelo» había ganado la pelea pero quedó gravemente
herido. Todos felicitaron a su dueño por la victoria y se retiraron del circo
contentos de haber visto una pelea tan reñida. El «Carmelo» fue conducido por
Abraham hacia la casa, y aunque toda la familia se prodigó en su atención, no
lograron reanimarlo. Tras sobrevivir dos días, el «Carmelo» se levantó al
atardecer mirando el horizonte, batió las alas y cantó por última vez, para
luego desplomarse y morir apaciblemente, mirando amorosamente a sus amos. Toda
la familia quedó apesadumbrada y cenó en silencio aquella noche. Según palabras
del autor, esa fue la historia de un gallo de raza, último vástago de aquellos
gallos de pelea que fueron orgullo por mucho tiempo del valle del Caucato,
fértil región de Ica donde se forjaban dichos paladines.
Texto Tomado de (https://es.wikipedia.org/wiki/El_caballero_Carmelo_(cuento))
Biografía de Abraham Valdelomar
Abraham
Valdelomar fue hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de María Carolina de la
Asunción Pinto Bardales. Pasó sus primeros días en una pequeña casa en la
cuadra tres de la Calle Arequipa de su ciudad natal, Ica. Hasta el año 2007 podía
apreciarse una placa recordatoria en dicha casa señalando el hecho,
lamentablemente, el terremoto de aquel año provocó
el derrumbe completo de dicha primera casa de Valdelomar.
En 1892 se
trasladó con su familia al puerto de Pisco, donde
su padre encontró trabajo como empleado de la aduana. Allí
empezó sus estudios primarios. Las experiencias de su infancia, vinculada al
mar y al campo, influyeron decisivamente en su obra. En 1899 se
trasladó a Chincha donde
concluyó su educación primaria.
En 1900 viajó a Lima donde
estudió la secundaria en el Colegio Guadalupe; allí
fundó y dirigió un periódico escolar: La Idea
Guadalupana (1903). En 1904 concluyó
sus estudios secundarios y durante unos meses desempeñó el puesto de archivero
en la Inspección Municipal de Educación de Chincha.
En 1905 ingresó a
la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. Sin embargo, dejó las clases al
año siguiente para trabajar como dibujante de revistas como Aplausos
y silbidos,Monos y Monadas, Fray
KBzón, Actualidades, Cinema y Gil Blas. Luego
desplegó su talento literario que fue acogido por diarios y revistas. Sus
primeros versos, de estilo modernista, los publicó la revista Contemporáneos (1909); sus primeros cuentos
aparecieron en 1910 en Variedades y Balnearios.
En 1910 reanudó
sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos; ese mismo año se incorporó al ejército cuando hubo el peligro de una
conflagración con el Ecuador. A raíz
de ello empezó a escribir crónicas para El Diario de Lima, que envió desde la Escuela Militar de Chorrillos bajo el
título de Con la argelina al viento.
En
septiembre de 1910 viajó a Arequipa, Cuzco y Puno. Su fama literaria se consolidó
al año siguiente con dos novelas cortas que salieron a la luz: La ciudad muerta (1911) y La ciudad de los tísicos (1911), publicadas por entregas en Ilustración
Peruana y en Variedades, respectivamente.
Esta obra
temprana (poemas, crónicas periodísticas y cuentos) está marcada por la
influencia del modernismo y de don Manuel González Prada; en sus novelas cortas es más patente su devoción
por Gabriele D'Annunzio.
En 1912 participó
fervorosamente en la campaña presidencial de Guillermo Billinghurst. Tras la victoria electoral de
éste, los estudiantes billinghuristas lanzaron la candidatura de Valdelomar a
la presidencia del Centro Universitario de San Marcos. Pero la elección la ganó otro estudiante,
adversario de Billinghurst. En respuesta, Valdelomar fundó el Centro
Universitario Billinghurista.
El
gobierno de Billinghurst le otorgó la dirección del diario
oficial El Peruano (que
ejerció del 1º de octubre de 1912 al 30 de mayo de 1913), y por R.S. Nº 484 del 12 de mayo de 1913, un puesto diplomático, como
Secretario de Segunda Clase de la Legación peruana en Italia. Antes
de partir hacia Europa, Valdelomar se batió a duelo de espada con Alberto Ulloa Sotomayor, representante de los
estudiantes limeños que se oponían a la politización de la Universidad y que
había publicado un artículo de protesta en La Prensa, que Valdelomar consideró difamatorio. El duelo
finalizó sin mayores consecuencias y sin que ambos rivales lograran
reconciliarse (tiempo después Ulloa se amistó con Valdelomar y prologó su libro
de cuentos El caballero Carmelo).
Valdelomar
se embarcó el 1º de julio de 1913 en el
vapor Ucayali, con destino a Roma. Una vez más debió truncar sus
estudios universitarios pero viajó con la intención de retomarlos en Italia (lo que
no se concretaría). Desde Roma escribió
para el diario La Nación de Lima sus Crónicas
de Roma. Allí también escribe su obra más importante, El caballero Carmelo, cuento
con el que ganó un concurso literario convocado por el diario La Nación (27 de diciembre de 1913).
En 1914, tras el derrocamiento de
Billinghurst por el coronel Oscar R. Benavides, renunció a su empleo diplomático y retornó al Perú. De
nuevo en la capital peruana, sufrió una fugaz detención acusado de conspirar
contra el nuevo gobierno (junio de 1914).
Trabajó
luego como secretario personal del polígrafo peruano José de la Riva-Agüero y Osma, bajo cuya influencia escribió La mariscala,
biografía novelada de Francisca Zubiaga y Bernales (1803-1835), esposa del presidente Agustín Gamarra y figura destacada de la política
del Perú de
inicios de la República. De dicha obra hizo luego una versión teatral, con el
mismo nombre, y en colaboración con José Carlos Mariátegui (1916).
Planeó
también editar un libro de Cuentos criollos bajo el
título de La aldea encantada, pero no llegó a concretarlo.
Dos de dichos cuentos criollos aparecieron publicados en La
Opinión Nacional: El vuelo de los cóndores y Los ojos de Judas (en julio
y octubre de 1914, respectivamente).
En 1915 empezó a
trabajar como secretario del Presidente del Consejo de Ministros del gobierno
de José Pardo y Barreda. Se dedicó de lleno al periodismo y la literatura. Se
erigió como un influyente líder de opinión y un portavoz de la modernidad
intelectual.
Colaboró
sobre todo con el diario La Prensa, donde tuvo a cargo la sección Palabras,
dedicada a la política, desde julio de 1915 hasta su
alejamiento del diario en 1918. Se hizo popular por sus burlas
hacia los políticos (entre parlamentarios y ministros) de entonces. También
publicó en La Prensasus Crónicas frágiles, donde
hizo conocido su seudónimo de "El Conde de Lemos";3 y los Diálogos
máximos, que transmitía conversaciones líricas entre él y
su amigo José Carlos Mariátegui representados
bajo los nombres de Manlio y Aristipo. También publicó en el mismo diario sus
crónicas tituladas Impresiones; la
columna Fuegos fatuos, donde
desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus comentarios sobre la
guerra mundial, aparecidos en 1917 bajo el
rótulo de Al margen del cable.4 Compuso
también sus Cuentos chinos una
suerte de crítica hacia la dictadura de Óscar R. Benavides en forma de apólogos ambientados
en China, que
fueron publicados igualmente en La Prensa (1915).
Ya por
entonces llamaba la atención de la gente con su atildada indumentaria,5 sus
públicas improvisaciones poéticas y sus galanterías en confiterías y salones de
té, como en el famoso Palais Concert, situado
en el jirón de la Unión, cerca a Palacio de Gobierno, lugar que cobijó a
la juventud intelectual de la época. Por lo general formaba dúo con su gran
amigo José Carlos Mariátegui, seis años menor que él. Algunos
le negaron originalidad y lo acusaron de ser imitador del británicoÓscar Wilde y del
italiano D’annunzio, pero lo que nadie podía hacer era ignorarlo.
Pese a
esas poses petulantes y escandalosas, Valdelomar seguía siendo en el fondo un
hombre humilde, que miraba al mundo con dulzura y gran capacidad de emoción,
tal como se denota en varias de sus creaciones literarias. La razón de su
actitud arrogante y provocadora, según el mismo lo explicaba, era para que
todos, en especial la encopetada alta sociedad limeña, prestaran atención a un
escritor provinciano como él, en una época en que hasta entonces los escritores
(y menos aun los provincianos) no habían tenido espacio propio ni un lugar de
respeto en la sociedad.
En 1916) fundó la efímera pero
influyente Revista Literaria Colónida y encabezó el movimiento
intelectual del mismo nombre, Movimiento Colónida, que cohesionó a una generación de artistas y
escritores en torno a la ruptura con el academicismo hispano y la libre
renovación de temas y estilos, convocando a las juventudes provincianas a
compartir su empeño y atisbando con simpatía las nuevas tendencias literarias
italianas y francesas. Ese mismo año se publicó Las voces múltiples, libro que reunió poemas suyos y
de otros autores del movimiento: Pablo Abril de Vivero, Federico More,Alfredo González Prada, Alberto Ulloa Sotomayor, Félix del Valle, Antonio Garland y Hernán
Bellido. En él aparecieron los poemas más conocidos de Valdelomar:
"Tristitia" y "El hermano ausente en la cena pascual".
En 1917 empezó a
publicar en la revista Mundo Limeño la serie
de artículos Decoraciones de ánfora. Obtuvo
el premio del concurso de Círculo de Periodistas con su ensayo La psicología
de gallinazo. En Mundo
Limeño apareció en dos entregas su
novela corta o cuento largo: Yerba santa, así como el cuento: Hebaristo, el sauce que murió de amor.
Escribió también su tragedia Verdolaga, de la que solo conservamos
fragmentos.
En enero
de 1918 renunció
a La Prensa tras un conato de duelo con su
director, Glicerio Tassara, a raíz de una suplantación que hicieron en su
columna de Palabras. Ese
mismo año salió a la luz su colección de cuentos El caballero Carmelo (encabezada
por el cuento del mismo nombre con que ganó el concurso de 1913) y su ensayo sobre estética con
meditaciones taurinas: Belmonte, el trágico.
Luego
realizó giras y dictó conferencias a lo largo y ancho del país. Viajó a las
provincias del norte del país (Trujillo, Cajamarca, Chiclayo, Piura y otras
ciudades) y se dirige luego al sur, recorriendo los departamentos de Arequipa, Puno, Cuzco y Moquegua.
De
regreso a su tierra natal fue aclamado unánimemente por la población iqueña. Por ello, el 24 de septiembre de 1919, resultó electo diputado por Icaante el Congreso Regional del Centro. En una
reunión de dicho Congreso realizada en la ciudad de Ayacucho, en los
altos de una casona, cuando Abraham se disponía de noche a bajar por una
empinada escalera de piedra, resbaló (o perdió el equilibrio), cayendo desde
una altura de seis metros hasta dar de espalda sobre un montículo de piedras.
Como consecuencia de ello sufrió una fractura de la espina dorsal, cerca de las
vértebras lumbares, la cual, luego de dos días de penosa agonía, le causaron la
muerte el 3 de noviembre de 1919, a las dos y media de la tarde.
Apenas contaba con 31 años de edad.
Su ataúd
conteniendo su cadáver fue trasladado desde Ayacucho hasta Huancayo sobre los
hombros de 16 cargadores indígenas ayacuchanos. De Huancayo los restos del
escritor fueron llevados en tren hasta Lima, donde fueron inhumados en el Cementerio Presbítero Matías Maestro, no en
un nicho, sino en la tierra misma, tal como había sido su deseo. Ilustres
personalidades, familiares, amigos y discípulos del escritor le despidieron
dedicándole discursos y composiciones (16 de diciembre del mismo
año).
Texto
tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Abraham_valdelomar
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